Una mañana más, sobre el cemento, esquivando a la gente, intentando tapar el ruido de la ciudad con apenas unos auriculares. Correción: Apenas UN auricular. El otro se lo había comido el gato, justo antes de salir.
Nada estaba saliendo bien. Papeles, horarios, hasta el clima, aplastante y pegajoso, parecía añadir más ingredientes a su ya caldeado malhumor.
Finalmente tras una larga espera llegó su turno.
- "Acá no es mamita". Tenés que ir a esta dirección."
"Mamita". Odiaba esa palabra, y la voz chillona de la recepcionista la hacía sonar aún peor. Se mordió antes de arrancar con toda la lista de puteadas que tenía acumuladas. La gordita chillona no tenía la culpa de todo.
-"Gracias", dijo, sonriendo forzosamente, se levantó y encaró con bronca hacia la salida.
"Mamita y la puta que te parió", pensaba y masticaba bronca por dentro. No solo por la gordita. Ese mote estúpido también le recordaba a su ex. Es increíble cómo los seres humanos podemos transformar algo dulce, cariñoso, o tierno, en algo empalagoso, repulsivo, y que te dan ganas de salir corriendo a tomar un Reliverán.
De repente se dio cuenta. No eran náuseas, era su estómago que se estaba quejando de no haber desayunado. No necesitaba una farmacia, necesitaba un kiosko, mínimo. Pero estaba apurada. En realidad, nadie la corría, pero quería acabar pronto con este día que de gris ya estaba pasando a ser marrón (sí, pensaron bien, como la mierda).
-"¡Pero la puta madre!. Tropezó con una baldosa floja, y el "color marrón" del día terminó decorando su pantalón. Un par de personas la miraron con cara de asombro, otros riéndose, a lo que ella mentalmente (no pretendia sumarle más mierda al día haciendo escándalos en la vía pública) les contestaba: "Claro, nunca escucharon una puteada, ¿no?". "Ojalá te tropieces en la otra cuadra y te sientes de culo, lindo te va a quedar el pantalón blanco..."
Pero entre tanto veneno que despedía por los ojos, se le cruzó una mirada que le sonrió, y le puso freno a la vorágine de ira. La inercia que la venía empujando no la dejó reaccionar a tiempo, y cuando quiso darse cuenta, ya había doblado la esquina y llegado al lugar.
-"Qué pelotuda" pensó. Pero también sonrió.
Subió las escaleras, entró, y enseguida la atendieron.
"Ah pero, te falta esto. Y esto acá esta mal, arreglalo y traelo de vuelta." La sonrisa le duró poco.
Bajó las escaleras, maldiciendo a cuanto organismo estatal se le venía a la mente. Y estaba a punto de cruzar la calle para retornar a casa, cuando recordó esos ojos. También recordó que tenía hambre. "La excusa perfecta" pensó.Giró sobre sus talones,volvió a doblar la esquina, caminó unos metros y entró al kiosko.
-"Hola, si?"
-"Hola...eh..."
¿¡Qué tan difícil puede ser entra a un kiosko y agarrar algo para comer!?
¿¡Qué tan idiota puede volverse uno frente a la mirada de un otro que además sabés que lo que menos está mirando es lo que pensás llevarte del kiosco!?. (En serio, tal vez podría haberle afanado y no se hubiera dado cuenta.)
De repente se avivó y vio unas barritas de cereal. Agarró una prácticamente al azar, pensando que seguramente había elegido el sabor más choto en barritas de cereales.
- "Si, me llevo esto"
-"...Algo más?"
- ("Si, tu nombre, celular y/o Facebook, mínimo. ") Ehh...Nnno. No, nada más.
- "Dos pesos".
-"Tomá. Gracias". Y le sonrió. Se dio vuelta, y encaró para la salida.
-" Ehh...esperá"
Se frenó justo en la puerta, y mientras giraba para responder al llamado, le subieron las pulsaciones y se puso colorada como la barrita que acababa de comprar. En un segundo, se hizo toda la película. (La mente humana tiene una rapidez asombrosa e impactante para estas cosas). La mirada y la sonrisa habían funcionado, obviamente la frenó para preguntarle su nombre, mínimo.
-"Si?"
-"Eh...te falta un peso."
(Si, por una letra, y hubiera sido una escena digna de película yankee)
-"Ahh...disculpá! Te entendí dos pesos"
-"No...tres, disculpame vos" , le contestó "Ojitos", timidamente pero sonriendo.
- ("Si, te disculpo por hacerme ilusionar, pero que no vuelva a pasar!"). "No hay drama, perdoná. "
Se volvió a sentir una pelotuda. La timidez y la pelotudez si se ven de lejos pueden confundirse.
Conclusión: Una mirada, una sonrisa, y una golosina ¿ te pueden cambiar el día?
Si. Si pueden.
Pero la próxima vez se iba a hacer mejor la sorda e iba a amagarle un beso en vez de darle una moneda chota.